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pitagoras Tresfonsitas

Vanessa O'Connell

Coincidiendo con el comienzo del Tour 2010, el Wall Street Journal ofrece una visita guiada a la cultura del dopaje sistemático en el deporte.

Aunque el artículo lo firman dos periodistas, Vanessa O'Connell y Reed Albergotti, según ellos la expresión cultura del dopaje sistemático en el deporte pertenece al ciclista Floyd Landis.

Se nos sitúa en el Tour 2004, en un hotel en el que se aloja el equipo US Postal. Y se nos habla de una habitación que había sido reservada para un procedimiento secreto. Se nos precisa que esto lo afirma el señor Landis.

En el siguiente parrafo se nos informa de que se dijo a los ciclistas que no hablaran cuando estuvieran en el interior. Además cualquier cosa con un agujero fue tapada, con el propósito de obstaculizar la visión de cualquier cámara oculta. Se vuelve a precisar que estos hechos los había presenciado o imaginado el señor Landis.

En el parrafo siguiente se nos cuenta que varios ciclistas del equipo, entre ellos el señor Lance Armstrong se acostaron en una cama y recibieron una transfusión de sangre. Se nos vuelve a precisar que esto lo afirma el señor Landis.

El artículo continúa refiriéndose a prácticas de dopaje del señor Armstrong, del propio señor Landis, o de otros ciclistas. Y continúa insistiendo en que así lo dice el señor Landis.

La verdad es que no es fácil saber si el señor Armstrong ha practicado o no lo que O'Connell y Albergotti llaman dopaje sistemático. Pero creo que muchos seguidores del ciclismo admiran a este hombre que ha conseguido superar un cáncer, a este hombre que ha conseguido ganar siete veces el Tour, a este hombre, ya viejo para el deporte de élite, participando de nuevo en la carrera francesa.

Y lo que uno no entiende es el interés que este caso puede tener para la prensa de contenido económico. Al fin y al cabo, las empresas que han patrocinado los equipos del señor Armstrong han obtenido una rentabilidad excelente de su inversión publicitaria.

Y uno se pregunta si no habrían encontrado estos periodistas algún caso de corrupción cuya denuncia fuera más util a la sociedad.

Y uno podría intentar construir un cuento siguiendo el guión marcado por el trabajo de O'Connell y Albergotti.

Podríamos partir de una Sociedad de Inversión que hubiera trabajado en el ámbito de la especulación sobre el precio del petróleo. Podríamos imaginar que el gestor y dueño de esta sociedad se llamara el señor Ormstrong. Y podríamos imaginar que uno de los veinte trabajadores de la empresa fuera el señor Lundis. Y podríamos también imaginar que el señor Lundis dejó la empresa por otra que le pagaba el triple. Y que luego las cosas le fueron mal y se vio en la calle. Y que intentó volver con el señor Ormstrong, que no le aceptó. Y que contactó con dos periodistas independientes especializados en los temas económicos. Imaginemos lo que pudo contar el señor Lundis.

Según el señor Lundis contó a los periodistas, en cierta ocasión el señor Ormstrong vivió una situación muy grave en su actividad inversora. Había colocado una cantidad excesiva de dinero en una operación a plazo en el mercado del crudo. La posición del jefe del señor Lundis era alcista como era habitual en la época. Pero en las últimas semanas el precio del petróleo había dejado de subir; se podría decir que el precio había entrado en una fase de calma. Y a 48 horas del vencimiento de la operación, el señor Ormstrong se encontraba al borde del precipicio. La propia empresa se veía amenazada por la quiebra absoluta.

Según el señor Lundis, su jefe le entregó un maletín en el que había dos sobres con grandes cantidades de dinero; el sabía que la cantidad era grande, pero no fue informado de la cantidad exacta. Recibió la orden de acudir al aeropuerto a recibir al profesor O'Hara, profesor de Economía de una importante Universidad; también había sido asesor de un político conocido en materias financieras. Luego debía llevar al profesor a una habitación de cierto hotel. Una vez en el hotel, al cabo de poco tiempo llegó el señor Birdwell, prestigioso escritor de un periódico económico de gran tirada.

Según el señor Lundis el periodista realizó una entrevista al señor O'Hara, que a la vez iba grabando en un pequeño aparato. Al terminar, el señor Lundis entregó un sobre al escritor y acompañó al profesor de nuevo al aeropuerto, entregándole allí el otro sobre.

Al día siguiente el periódico del señor Birdwell publicaba en primera página, y con grandes titulares las opiniones del profesor O'Hara: la demada de petróleo iba a subir de modo permanente, gracias al crecimiento de los paises emergentes; la producción de crudo no sería capaz de cubrir esta expansión del consumo; el efecto era que el precio del petróleo subiría de modo constante; de momento se podía hablar de un nivel máximo de 220 dólares para los próximos 3 años, pero luego no se podía imaginar el nivel al que se podría llegar.

El mercado reaccionaba a esta noticia como un caballo pura sangre. La operación del señor Ormstrong se cerraba con una rentabilidad excelente. Así lo afirma el señor Lundis.

Tres días después, según dice el señor Lundis, el señor Ormstrong invitó a sus trabajadores a una fiesta en un club de striptease. Más tarde, ya en un apartamento de uno de los empleados del señor Ormstrong, dos strippers ofrecieron un show privado y, según dice el señor Lundis algunas personas inhalaron lo que parecía ser cocaína.

Imaginemos ahora que los dos periodistas independientes que han recibido la información del señor Lundis intentan, según la norma obligada de su oficio, consultar la opinión que sobre el asunto tiene el señor Ormstrong. Por parte del antiguo jefe del señor Lundis se puede esperar que responda en el sentido de que nada es cierto; cabe que añada que el señor Lundis fue un buen empleado cuando trabajó en su empresa, pero que ahora, y debido a encontrase sin empleo, ha perdido el sentido de la realidad y se está comportando de un modo irresponsable.

Imaginemos también que intentan consultar con el señor O'Hara y el señor Birdwell. Cabe esperar que sencillamente no se obtenga respuesta alguna.

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