En 1962, Txabi escribe poemas, quizás en algún aula de Elcano, o quizás en alguna playa vizcaína.
Llama la atención el uso repetitivo de la partícula "si" en la locución adverbial (en la que posiblemente se podría eliminar) o inquiriendo sobre distintos supuestos.
Aunque Echevarrieta trabaja con computadoras potentes para la época, en sus clases no cuenta con material de apoyo. Propone a sus alumnos un algoritmo y ellos escriben en sus cuadernos el código FORTRAN correspondiente. Echevarrieta va pasando por los pupitres y corrige los programas con amabilidad y concentración en un trabajo que le gusta.
La vida de Txabi fluctúa con oscilaciones cada vez más amplias y explosivas.
La facilidad que ha tenido para desempeñarse en todo lo que ha intentado le acompaña en el aprendizaje de las tareas de matar y morir, suponiendo que haya algo que aprender para enfrentarse a la muerte.
Uno siente curiosidad por saber que pensaría un hombre polivalente como Txabi, de muchos de sus continuadores, hombres unidimensionales que tendrían dificultades grandes para salir del mundo de las pistolas y los explosivos.
Claro que lo mismo se podría decir de Jose Antonio Primo de Rivera, o del profeta Mahoma o de Vladimir Ilicht.