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pitagoras Tresfonsitas

Tácito

En el año 14 de nuestra era, Tiberio sucede en el cargo a Augusto, primer emperador de Roma. En el 26 Tiberio se retira a Capri dejando a Sejano al cargo de la administración del estado. El proceso de acumulación de poder de Sejano culmina en el 31. Alcanzado ese máximo de poder, es acusado de traición por Tiberio y ejecutado. El hijo mayor de Sejano fue igualmente ejecutado.

Tácito nos cuenta como se procedió luego contra los otros dos hijos pequeños de Sejano, a los que se condenó al estrangulamiento en el garrote. Como era cosa nunca oída el quitar la vida con lazo a una virgen, se decidió que el verdugo la desflorase junto al mismo lazo. Tras esto, fueron estrangulados los dos hermanillos.

Merece ser considerada con detenimiento la actitud de aquellos juristas romanos: lejos de cerrar los ojos a la objeción que la virginidad de Junilla suponía para su ejecución, la someten a estudio allí mismo, en el lugar del suplicio, y proveen la solución, que es prestamente ejecutada por el verdugo, antes de pasar a la parte fundamental de su trabajo.

En el mismo año 26 en que Tiberio deja Roma y se va a Capri, Poncio Pilato es enviado a Judea como prefecto, donde permanecerá hasta el 36. En este intervalo de tiempo, los tenaces fariseos, estrictos cumplidores de la Ley judía, llevan ante el Sanedrín a Jesús acusado de blasfemia. Cuando el Tribunal, conducido por los influyentes fariseos condenó a muerte a Jesús, tuvo que solicitar de Poncio Pilato la ejecución de la sentencia. Por lo tanto, la crucifixión de Jesucristo se puede datar sin ninguna duda entre el año 26 y el 36.

Los que creemos que el Hijo de Dios todo lo ve, pensamos lógicamente que Jesús fue testigo de la tortura y muerte padecida por la pequeña Junilla. Pero hay muchos modos de ver, o de saber, o de conocer. Para nosotros, Cristo no fue un espectador indiferente del sufrimiento de la niña; al contrario, colgado en la cruz compartió el dolor de la pequeña.

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