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pitagoras Tresfonsitas

La ley de la selva

Hemos oído hablar del imperio de "la ley de la selva" en el capitalismo (o en la sociedad burguesa) por parte de Hugo Chavez, o de algún dirigente castrista, o de algun miembro de la jerarquía de la Iglesia Católica.

Todos entendemos por "ley de la selva" el abuso de la fuerza contra el débil. Lo primero que a uno se le ocurre es que, en efecto, en el mundo selvático, en el mundo de las presas y los depredadores, el fuerte termina con el débil. Pero se intuye que no es eso lo que sucede exactamente en las relaciones sociales y económicas: por un lado, existen en las sociedades humanas mecanismos de protección que amparan al débil contra el posible abuso del poderoso; por otro, se producen en ocasiones abusos de una dimensión e intensidad tales que es absolutamente imposible encontrar nada parecido en el mundo animal.

La Compañía de los mares del Sur

Sabemos que una campaña de propaganda desmesurada produjo una especulación desaforada y las consiguientes ganancias para unos y pérdidas para otros. Sabemos que la intervención oportuna de Walpole inyectando dinero evitó males mayores.

Sabemos que los periodos de guerra con España son momentos de dificultades para la Compañía, y que en otros momentos se consiguen grandes beneficios con el tráfico de esclavos desde África a la América hispana.

Sabemos que hoy en día se producen fenomenos similares tremendamente injustos para el pequeño ahorrador. Pero hay que entender que los mercados financieros tienen en general una salud aceptable y que son imprescindibles para mantener el ritmo económico de nuestras sociedades. Y debemos esperar que el Estado con una regulación proporcionada, actúe impidiendo los procesos especulativos asociados a riesgos insoportables, y a posteriori castigue a los culpables y defienda a los individuos estafados en particular y al sistema en su conjunto.

Y sabemos que en el mundo moderno hay relaciones laborales, tanto en los países ricos como en el mundo subdesarrollado, que podemos comparar con la esclavitud. Pero también aquí debemos entender que los mercados laborales son instituciones necesarias que funcionan en general de modo aceptable, y que para los casos en los que la injusticia es sangrante, debemos confiar en la actuación de las autoridades económicas, no sólo en el interior de cada país, sino también en el ámbito del comercio internacional.

Weimar

En los primeros años 20 el Estado alemán, la República de Weimar, conoce un periodo de inflación acelerada. Inicialmente, la política de emisión de dinero del Estado alemán se debía a las dificultades para el pago de las reparaciones de guerra a los países vencedores en la Primera Guerra Mundial: Inglaterra, Francia... Pero pronto se transforma en el modo de financiación del Estado, que prácticamente renuncia a a la vía de los impuestos como método de obtención de los ingresos públicos.

Al principio el pueblo alemán vive la ilusión de sentirse favorecido por el proceso.

Son los trabajadores asalariados los primeros en comprender el engaño. Las subidas de salarios no cubren ni de lejos las subidas de precios.

Pequeños comerciantes y agricultores, que han hecho negocios excelentes, también terminan por comprender que este mundo de absoluta incertidumbre económica y social les amenaza a ellos igualmente.

Los ahorradores ven como sus capitales se han volatilizado.

Al fin del proceso sólo unos pocos, que han podido reaccionar a tiempo de materializar sus enormes beneficios en oro y joyas, han salido ganando.

En los tiempos actuales, estas políticas inflacionarias siguen estando presentes en diferentes regiones del mundo. Y el resultado final siempre es el mismo. Las clases modestas, incapaces de defenderse de las alzas de precios, terminan por pagar unos impuestos de facto muy elevados, con la consiguiente perdida de su nivel de bienestar.

La opinión pública y los partidos políticos serios deben estar vigilantes contra estos mecanismos profunda y radicalmente injustos.

La autarquía

La España de la posguerra vivió unas políticas de intervencionismo y aislamiento económicos por parte de los gobiernos del régimen vencedor.

La fijación de precios agrícolas terminó por acentuar el desabastecimiento de alimentos hasta generalizar el hambre en las familias españolas.

La reacción de los agricultores fue desplazarse hacia cultivos en los que no regía la intervención de precios.

Y, por supuesto, en los mercados intervenidos, ocultar buena parte de la producción, para encaminarla al mercado negro. En la lengua española se acuñó una palabra nueva, formada con los nombres de dos estafadores que habían alcanzado renombre en los tiempos del republicano Lerroux: Strauss y Perle.

En fin, la política de fijación de precios, nacida para paliar el hambre, terminaba con la intensificación de este, y eso sí, el enriquecimiento de los que tenían capacidad de burlar la vigilancia estatal.

Estas políticas de intervención pública, con la finalidad de asegurar un mínimo bienestar al pueblo, y con dosis mayores o menores de buena fe, siempre seguirán en candelero. Harían bien las opiniones públicas en vacunarse contra ellas.

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