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pitagoras Tresfonsitas

Sam Peckinpah

El californiano Sam Peckinpah dirigió en 1965 la película "Mayor Dundee"; así mismo, escribió el guión junto a Harry Julian Fink y Oscar Saul.

Cuando el mayor Dundee (Charlton Heston) encuentra al teniente Bannon torturado, exclama:

-I hope he was dead when they did that to him.

El sargento Gómez (el suizo Mario Adorf) responde:

-If he was dead, they wouldn't have bothered.

Las palabras de Heston, esperando que la muerte hubiera precedido a la tortura, son algo así como un acto de caridad póstuma. Pero Mario Adorf le quita toda esperanza: "ellos no se hubieran molestado".

Los apaches.

Los apaches, cazadores y recolectores, bajan del Canada y se asientan en la región que hoy conocemos como el Suroeste de los Estados Unidos (Arizona y Nuevo Mexico), así como en el Norte del actual Mexico. Podríamos hablar de las cuencas de los ríos Colorado-Gila, o Río Grande-Pecos, o del río Sonora, o incluso el Brazos, sino fuera porque los apaches no frecuentaban las vegas de los ríos. No se dedicaban a la agricultura, pero sí a ataques y saqueos a los otros pueblos indigenas de la zona (zuñis, hopis, pimas, tarahumaras, conchos…). Vivían, sin embargo en paz con sus hermanos navajos.

Casi al mismo tiempo llegan a la región, procedentes del sur, los españoles. Los siglos de convivencia entre apaches e Imperio español, son de continua violencia, en la que ninguna de las dos partes ahorra episodios de la más dura crueldad; esta violencia sólo es interrumpida por periodos en los que los españoles evitaban las correrías apaches, mediante la entrega adelantada de los suministros que los indígenas pudieran tomarse por la fuerza.

Cuando el Imperio es sustituido por el Mexico independiente, la violencia se agudiza y se alcanzan niveles de crueldad extrema en las represalias entre apaches y mejicanos.

Después de los cambios fronterizos originados por las guerras entre México y Estados Unidos, llegan los anglosajones a las tierras apaches. Poco duran los intentos de vivir en paz, motivados por la buena voluntad de buena parte de los apaches así como de los estadounidenses. Y llegan también la violencia contínua y la crueldad sin límites. Pero hay una circunstancia radicalmente diferente.

Los apaches ocupan un inmenso territorio de ríos, mesetas y sierras, que recorren en contínuo movimiento. Esas mismas tierras pertenecían a los mejicanos, o españoles si se quiere. Pero la presión demográfica de ambos pueblos sobre el territorio compartido era tan débil, que la guerra entre mejicanos y apaches podía eternizarse sin que ninguna de las partes se viera impelida a buscar una solución definitiva.

Los colonos anglosajones en cambio vienen con la intención de ocupar cada hectarea del nuevo territorio para dedicarla a la ganadería o agricultura, sin hablar del crecimiento rápido y sostenido de las ciudades de la región. Y es absolutamente necesario que los dueños primitivos de esas tierras cedan sin tardanza en sus derechos.

No será necesario el exterminio de los apaches. Bastará la presión de un ejercito con una inmensa superioridad tecnológica para recluirlos en las reservas, donde los que han sido reyes de aquella región, degenerarán en poquísimos años, transformandose en un grupo de mendigos, sometidos al vicio del alcohol y esclavizados a las entregas de alimentos y ropas de la Administración estadounidense.

La crueldad.

La violencia en el mundo animal está sometida a un principio de parsimonia. Entre las posibles presas siempre se elegirá la más fácil. Las peleas por cuestiones jerárquicas no irán ni un segundo más allá del momento en que la relación de fuerzas quede establecida. Aunque nos cueste aceptarlo, viendo la pelea de unos ciervos en celo, o la muerte de un enorme búfalo por un grupo de leones, la violencia animal es proporcionada al objetivo perseguido.

Cuando un animal mata con lujo destructivo, más allá de lo que la necesidad establece, se puede afirmar que ese individuo está enloquecido.

No es así, sin embargo en el ser humano. Por supuesto puede haber personas enloquecidas que se entreguen a episodios de crueldad gratuitos. Pero generalmente la crueldad humana obedece a una lógica.

Los apaches que antes de la llegada de los españoles saquean el pueblo de unos pacíficos agricultores, violando y matando, lo hacen porque así "aprenderán estos cobardes quienes son los apaches"; y quizás la próxima vez la resistencia sea menor.

Los españoles que exterminan un pequeño grupo de apaches lo hacen pensando que quizás sus hermanos, cuando lo sepan, emigren hacia el norte.

Los anglosajones que traicionan y asesinan a los apaches entienden que les están "enseñando una lección que nunca olvidarán".

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