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pitagoras Tresfonsitas

José María Pemán


Pemán creó una letra para el Himno de España, algunos de cuyos versos dicen.



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Alzad la frente,
hijos del pueblo español
que vuelve a resurgir.
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Los yunques y las ruedas
canten al compás

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Posteriormente esta letra se adaptó cambiando uno de los versos por "Alzad los brazos" y otro por "Los yugos y las flechas".

Aunque supongamos que fuera el propio poeta el autor de los cambios, estos alteran el simbolismo de la creación.

El plural de "alzad los brazos" no se refiere seguramente al par de extremidades superiores, sino más bien a miles de personas levantando un sólo brazo en señal de saludo a un ser superior. Así pues, estamos ante una exaltación del comportamiento gregario, aunque el objeto de la veneración sea un general romano que ha vencido a los galos o a los germanos.

El verso "alzad la frente" es, por el contrario, una llamada al individuo, al orgullo del hombre, aunque estemos pensando en don Rodrigo Calderón subido al tinglado en el que iba a tener lugar su ejecución.

La petición de que "los yugos y las flechas canten" no es fácil de comprender: ¿se puede llamar canto al leve crujido de las correas que aseguran el yugo a las frentes de los bueyes? ¿Se puede llamar canto al siseo del vuelo de las flechas?

En cambio, es sugerente la exigencia de que "los yunques y las ruedas canten". Aunque el yunque no se haya hecho, como la campana, para desarrollar armonías, el martilleo del herrero puede evocar una firme melodía. Y, aunque el eje de una carreta no pretenda elevar una queja por el dolor humano, el chirriar sostenido de una rueda de carro puede muy bien acompañar al hombre solitario.

Alguien dirá que son dos pequeños cambios que apenas afectan al conjunto de la creación. Pero por leves que estos cambios puedan parecer, pueden provocar una catástrofe que transforme una bella letra en un producto vulgar. Recuérdese que el aleteo de una mariposa puede generar, a muchos miles de kilómetros, y un tiempo después, un horrible caos.

La letra de Pemán, con esos dos arreglos que insertan el alzamiento de brazos y la música de los yugos, se asocia, inevitablemente, al hombre que puso su habilidad literaria al servicio de unos de los bandos peleados en la guerra civil de 1936. Al hombre que se paseaba por los frentes de batalla con elegantes uniformes, quizás elegidos por su esposa, mientras españoles de ambos lados de las trincheras morían en el barro cubiertos por pantalones y camisas de pobres telas.

La mayor gloria de Pemán sería, parafraseando a Manuel Machado, que un día el pueblo cantara sus versos sin recordar el nombre del autor, aunque dejaran de ser suyos para ser de los demás.

Y así, lo que "el bueno de Pemán" perdiera de nombre, lo ganaría de eternidad.

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