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pitagoras Tresfonsitas

El rey David y el profeta Natán

Cuando Betsabé le comunicó al rey David que estaba embarazada, el rey mandó llamar a Jerusalén a su marido, Urías, que estaba con el ejército de David, luchando contra los amonitas.

Buscando el engaño de Urías, David le dijo que bajara a su casa para estar con Betsabé, pero el engaño no surtió efecto porque la lealtad de Urías no le permitía acostarse con su mujer mientras los soldados de Israel acampaban a la intemperie.

Dio entonces un paso más David, desde el engaño a la traición más negra: devolvió a Urías al campo de batalla con una carta para el jefe del ejercito de Israel. En la carta se ordenaba que pusieran a Urías en lo más encarnizado del combate y luego le abandonaran. Así se hizo y Urías murió.

El profeta Natán le contó a David una historia sobre un hombre rico y otro hombre pobre.

"El hombre rico tenía muchas ovejas. El pobre sólo tenía una ovejita que fue críando como uno más de sus hijos: comía de su pan, bebía de su plato y dormía en su regazo. Llegó un viajero a casa del rico y este, no queriendo tocar su propio rebaño, sacrificó la oveja del hombre pobre para el visitante"

Estamos ante un relato simbólico cuya finalidad didáctica se cumple: David termina siendo consciente del crimen que ha cometido contra Urías.

En principio no debiera darse excesiva importancia a las diferencias entre la parábola de Natán y el hecho real, sobre todo teniendo en cuenta que el objetivo del profeta se consigue: David reconoce su culpa. Además hay que aceptar que estas historias son un molde ajustado a la sociedad israelita de la época, en el que se vierte la realidad adquiriendo unas formas más inmediatamente comprensibles por los individuos del grupo.

Sin embargo, a modo de juego, vamos a intentar adaptar la parábola de Natán a los hechos tal como aparecen en el relato bíblico. Vamos a partir de la situación propuesta por el profeta: "Un hombre rico tenía muchas ovejas. Un hombre pobre sólo tenía una ovejita que críaba como uno más de sus hijos: comía de su pan, bebía de su plato y dormía en su regazo".

Intentemos ahora que el cuento se adapte a los detalles del "triángulo" surgido entre el rey David (el rico), la bella Betsabé (la ovejita) y su marido Urías (el hombre pobre).

La leche de la ovejita del hombre pobre empezó a ser muy elogiada por las gentes del lugar. Ya fuera porque era un producto de gran calidad o porque el hogar del hombre pobre era hospitalario y acogedor, se oían cosas como: "he tomado un vaso de leche con canela en casa de Urías y estaba deliciosa"; o también: "he comido un trozo de queso con pan y vino donde Urías y estaba riquísimo".

Esta cosas iban llenando los oídos del rey y en su alma crecía la envidia y el deseo de disfrutar el bien del hombre pobre.

Al fin ideó una fórmula para satisfacer su ansia: contrató al hombre pobre a su servicio. Le tenía ocupado trabajando, a veces en lugares alejados, y aprovechaba la ocasión para que uno de sus servidores de confianza, un tal Joab, ordeñara pequeñas cantidades de leche de la ovejita. Cuando estos latrocinios le proveyeron de una cantidad suficiente de leche, en las cocinas reales se prepararon unos deliciosos quesos.

En alguna fiesta señalada, o cuando el rey recibía a un visitante importante, se servía, como culminación de la comida, uno de aquellos quesos. Y el rey se sentía muy complacido al escuchar el elogio de "su" manjar más señalado.

Pero un rumor empezó a correr por el lugar: aquellos quesos tenían un sabor muy similar al de los del pobre Urías.

Entonces el rey David comenzó a temer por su fama: su imaginación le hizo verse a si mismo como un vulgar ladrón; pero tuvo una idea salvadora.

Mandó llamar a su presencia a Urías y le ofreció comprar diariamente la leche de la ovejita; además la cantidad de dinero que le iba a dar era francamente grande; el hombre pobre no podía rechazar aquella oferta. Pero Urías la rechazó: "Señor, yo te he vendido con gusto mi propio trabajo, pero la ovejita es una hermanita más entre mis hijos, y su leche sólo es para mis amigos".

El rey David reflexionó y cambió su proposición: "Urías, te compro tu ovejita". Pero el hombre pobre rechazó el dineral que el hombre rico le ofrecía. Entre tanto el rumor sobre el parecido entre los quesos del rey y los de Urías seguía creciendo.

Pero la brillante inteligencia de David le ofreció la "solución final" a su problema. La solución le fue confiada a Joab, el hombre de confianza del rey. Joab llevó a Urías hasta un lugar alejado, allí le clavó un cuchillo en la espalda y arrojó su cadáver a un pozo seco.

Pasaron los días y los meses y en el lugar se comprendió que Urías no volvería. El hombre rico recogió a la ovejita del hombre pobre que desde entonces recibió un trato singularísimo: para ella era la hierba más tierna y el agua más fresca…

Bueno, el intento ha tenido al menos un resultado interesante: la parábola del profeta Natán es verdaderamente insuperable.

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