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Segunda Guerra del opio

En 1856, las autoridades chinas detienen el Arrow, un barco registrado en Hong Kong, sospechoso de contrabando.

En el año siguiente, es decir en 1857, los británicos y sus aliados occidentales atacan y ocupan Cantón, ciudad localizada al norte de Macao y Hong Kong.

En 1858 el ataque occidental se dirige al Norte de China, ocupando Tianjin, situada al sur de Pekín. El Tratado de Tianjin, establece que el Reino Unido, Francia, Rusia y los Estados Unidos tendrían el derecho de establecer legaciones diplomáticas en Pekín; que diez nuevos puertos serían abiertos al comercio internacional; y el derecho de los buques extranjeros a navegar libremente por el río Yangtsé.

Como China se niega a permitir el establecimiento de embajadas acordado, en 1860 los aliados entran en Pekín.

En el interior del Reino Unido, el primer ministro lord Palmerston juega la carta del patriotismo en el Parlamento británico consiguiendo que el conflicto con China le favorezca.

Por el contrario, en el Imperio manchú, la guerra con las potencias europeas acentúa si cabe el marasmo en el que se encuentra sumida la administración china y todo el país en general. El joven emperador Xianfeng morirá por causa de los abusos cometidos con el opio.

New York Tribune

El 20 de Septiembre de 1858 Karl Marx publica en el New York Tribune un primer artículo sobre la Segunda Guerra del opio.

El diario New York Tribune sostiene al emergente Partido Republicano y a Abraham Lincoln, que pronto accederá a la Presidencia del país.

La ética del la guerra del opio

Marx se abstiene de juzgar sobre la moralidad del conflicto, pero transcribe una cita de Montgomery Martin: "El comercio de esclavos era misericordioso en comparación con el comercio del opio. No destruía los cuerpos de los africanos, ya que era nuestro interés que mantuvieran la vida. No corrompíamos sus mentes, ni destruíamos sus almas. Pero el vendedor de opio mata el cuerpo después de que ha degradado y aniquilado el ser moral de las infelices víctimas".

El comercio internacional

Sanciona Marx que el Tratado de 1842, con el que concluye la Primera guerra del opio, había conseguido estimular el comercio de la droga en detrimento del comercio legítimo.

Entiende Marx que la nueva derrota del Imperio Manchú traerá las mismas consecuencias. En el supuesto de que el consumo del té y la seda aumenten en Europa y Norteamérica, el consiguiente incremento de recursos financieros en China beneficiará el tráfico del opio, en lugar de estimular las compras de los productos manufacturados en Inglaterra, Francia o Estados Unidos. Esto sólo se podría evitar si Inglaterra fuera obligada por la presión general del mundo civilizado a abandonar el cultivo de opio en la India.

El devenir histórico

Asocia Marx al viejo Estado Manchú con la defensa de los criterios éticos por su lucha contra el tráfico de la perniciosa droga, en tanto que empareja a la poderosa Inglaterra con el principio del máximo beneficio.

Y pronostica la desaparición del agotado y débil imperio oriental en los siguientes términos: "que un imperio gigante, que contiene casi un tercio de la raza humana vegetando en las fauces del tiempo, aislado por forzada exclusión de las relaciones con otros países, y autoengañándose con ilusiones de perfección celestial; que un imperio tal deba al fin ser superado con ocasión de un duelo mortal, en el que el representante del mundo anticuado obedece a motivos éticos, mientras que el representante de la sociedad moderna lucha por el privilegio de comprar barato y vender caro, es una extraña canción trágica que ningún poeta se hubiera atrevido a imaginar".

Tenía ya dos siglos el Imperio manchú cuando Marx pronostica su desaparición; aún durará otro medio siglo más; y habrá de transcurrir otro siglo de convulsiones y violencia antes de que el gran país se consolide como un elemento referencial en la compleja red mundial de relaciones comerciales y políticas.

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