¡Bienvenidos!
pitagoras Tresfonsitas

Abate Galiani

Por favor, señores, supongan que uno de ustedes, realmente convencido de que este mundo es sólo un producto de la casualidad, está jugando a los dados, no en una sala de juego, sino en una de las mejores casas de París. Su oponente, lanzando los dados una dos tres cuatro, muchas veces, siempre obtiene el número seis. Después de pasado un buen rato desde el principio del juego, mi amigo Diderot, supongamos que está perdiendo dinero, ciertamente dirá: estos dados están cargados, esta es la guarida de un estafador.

Pero, ¡Sr. filósofo! Por el hecho de haber perdido una docena de francos después de lanzar los dados diez o doce veces, está usted seguro de que esto se debe a algún astuto sistema, una combinación artificial, una trampa elaborada; sin embargo, viendo en el mundo incontables combinaciones mil veces más difíciles, más complicadas y más útiles, ¿ no le surge la sospecha de que estén trucados los dados de la naturaleza, y que no esté por encima de ellos un Ser Supremo que regula y corrige todo?

Suponiendo que se lanzasen 2 dados correctos, el resultado constante "suma 6", después de 10 lanzamientos tendría una probabilidad aproximada de 0,000000003: así pues, es despreciable la posibilidad de que Diderot se equivocase al afirmar que los dados no eran correctos.

Supuesto alternativo. Imaginemos que se lanzan 6 dados correctos: el resultado constante "un 6 y sólo un seis", después de 5 lanzamientos, tendría una probabilidad aproximada de 0,0104; así pues, en este supuesto ya no es despreciable la posibilidad de que Diderot se equivocase al afirmar que los dados no eran correctos. Sin embargo, la probabilidad de que se equivoque es muy pequeña.

Eurovisión 1969

En el Festival de Eurovisión de 1969, cuando solo falta conocer la votación de Finlandia, hay un triple empate a 18 puntos entre Francia, Holanda y España; además está Gran Bretaña con 17 puntos. El resto está prácticamente descartado. Y sucede lo increíble: se produce un cuádruple empate al obtener un punto el Reino unido por ninguno para la terna que iba en cabeza.

Un apostante holandés que se había jugado algunos florines a favor del triunfo de su país piensa: "esto es una trampa; alguno que ha apostado por un empate entre los 4 países ha conseguido cambiar el voto de Finlandia".

Vamos a evaluar cual podría ser la probabilidad de un suceso así (un voto para Gran Bretaña, ninguno para Francia, Holanda y España) en condiciones normales (sin una posible intervención "arreglando" el voto de Finlandia).

De los 14 países cuyo voto era conocido, 3 habían dado "un punto" a Gran Bretaña; 5 "cero votos" a España; 7 "cero votos" a Holanda; y 5 "cero votos" a Francia. Así pues, podemos evaluar la probabilidad del suceso aproximadamente en 0,0137.

Hay que reconocer que no es despreciable la posibilidad de que nuestro apostante holandés se equivoque al afirmar que "ha habido trampa". Pero también hay que decir que la probabilidad de que se equivoque es realmente pequeña.

Incontables combinaciones mil veces más difíciles

Pero la intención de Galiani no era tratar sobre un contraste probabilístico de la hipótesis de que unos dados fueran correctos o estuvieran cargados; el apuntaba más arriba: quería polemizar con sus amigos (Diderot, Holbach,…) sobre la posibilidad de que los fenómenos naturales sean producto de la casualidad o que, por el contrario, haya un Ser Supremo que regule todo.

Es muy posible que la capacidad de debatir de Galiani fuera superior a la de sus amigos ilustrados, incluso es posible que fuera miles de veces superior.

Pero, ¿de qué casualidades habla? ¿Y cómo son los dados de la naturaleza?

¿Tienen esos dados 6 caras o tienen seis mil? ¿Y en esas caras llevan números de 1 al 6, o del uno al seis mil?

¿A qué se refiere cuando habla de combinaciones mil veces más complicadas?

Un buen novelista es muy hábil creando casualidades increíbles. Una pareja de enamorados es separada por la actitud intolerante de sus respectivas familias. Luego ella pasa por apuros casi imposibles de superar. El se ve envuelto en peligros terribles, pero logra salvar su vida una y otra vez. Y un tiempo después, en el momento y el lugar más inesperados, se produce el reencuentro de las dos almas gemelas.

El ser humano cree que las cosas que a él le suceden son cosas casi imposibles: el hombre que encuentra a su primera novia después de muchos años y en otra ciudad, reinterpreta lo que les ha ocurrido como algo único e irrepetible.

El historiador gusta de presentar la Historia como una cadena especialísima de hechos singulares. Así puede contar: Sancho III el Mayor tuvo a Ramiro I de Aragón; este a Sancho Ramírez; y este a Ramiro II el Monje.

Ramiro II tuvo a Petronila de Aragón y esta a Alfonso II, que tuvo a Pedro II el Católico; y este a Jaime I; y este a Pedro III; y este a Jaime II.

Jaime II tuvo a Alfonso IV de Aragón; y este a Pedro IV; y este a Leonor de Aragón; y esta a Fernando I de Aragón; y este a Alfonso V; y este a Juan II de Aragón; y este a Fernando II el Católico.

Fernando el Católico a Juana la Loca; esta a Carlos I de España; este a Felipe II; este a Felipe III; este a Felipe IV; este a Maria Teresa de Austria; y esta a Luis de Francia.

Luis el Delfín tuvo a Felipe V; este a Carlos III; este a Carlos IV; este a Fernando VII; este a Isabel II; esta a Alfonso XII; este a Alfonso XIII; este a Juan de Borbón; y este a Juan Carlos I.

Y en esta cadena de 30 generaciones se puede poner el énfasis en algunos eslabones increíbles: ¿Quién pudiera pensar que Ramiro II el Monje iba a engendrar a Petronila?

Y si quiere, el historiador puede optar por otras alternativas más sugerentes para algunos trozos de la cadena. Puede decir: ….. Felipe III tuvo a Ana de Austria; esta a Luis XIV; el Rey Sol al Delfín Luis de Francia; este a Felipe V….. Y por cierto, ¿qué lector de Dumas apostaría porque la reina Ana y Luis XIII engendraran al Rey Sol?

O puede poner el acento en las cualidades excepcionales de tal o cual rey o reina. O, ¿porqué no?, puede describir a alguno de estos hombres y mujeres como el mayor canalla que ha conocido la Historia universal.

¿Realmente esta cadena generacional es algo especial producido por alguien que regula y corrige los fenómenos de la vida, para el gobierno de España? O, por el contrario, es sencillamente el proceso objetivo que se desarrolla, eso sí, a partir de la voluntad formidable del monarca navarro Sancho el Mayor, absolutamente decidido a que las tierras hispanas fueran poseídas por él y su descendencia.

La pregunta sería: ¿opera la Naturaleza generando innumerables combinaciones singularísimas bajo la dirección de un Regulador Supremo? ¿O más bien trabaja de acuerdo con un principio de objetividad, eso sí, a gran escala?

Sentido común y sentido de la vida

La simple admiración de las maravillas que la naturaleza genera, conduce al sentimiento religioso, es decir, al sentimiento de pertenencia a un proyecto de gran escala, dirigido de algún modo hacia algún objetivo todavía no aclarado para el ser humano.

El sentido común nos hace pensar que los fenómenos vitales están dotados de una dirección en la que se mantienen a pesar de los vientos contrarios, e incluso más allá de la muerte: "polvo serán, mas polvo enamorado".

La cuestión es: ¿el sentimiento religioso exige que el conocimiento científico incorpore la presencia de un proyecto que dirige y regula los fenómenos naturales? ¿Es imperativo para Galiani convencer a Diderot de la existencia de un Ser Supremo?

Y al contrario, ¿la vivencia rigurosa del conocimiento objetivo, lleva inexcusablemente al ateismo? ¿Es imperativo para Holbach defender la falsedad radical del sentimiento religioso?

Audio

¡Hola!
¡Un saludo!