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pitagoras Tresfonsitas

Papa Francisco

El Papa Francisco ha condenado toda forma de violencia cometida en nombre de la religión o en nombre de Dios.

En el momento actual parece que los casos más frecuentes y extremos de la violencia con pretexto religioso se producen en el mundo del Islam.

Pero eso no quiere decir que nuestro mundo judeocristiano no esté necesitado de una autocrítica profunda en esta materia. Sobre todo, porque el mensaje de Cristo es especialmente claro en contra de la violencia.

En la actualidad, una posición clara de la Iglesia sobre ciertas formas de violencia económica o social, en particular sobre la relación entre los países ricos y el mundo subdesarrollado, sería bien recibida por parte de los fieles y de los ciudadanos en general.

En el pasado remoto, también sería de agradecer una condena clara de ciertas violencias que aparecen en el Antiguo Testamento, y que por ahora sólo merecen una crítica en tono menor, bajo el archiconocido recurso de que "no debemos juzgar hechos de hace 3000 años con la mentalidad actual". Y, por cierto, se trata siempre de violencias cometidas "en nombre de Dios".

Pero sobre todo, estaría bien una explicación objetiva de las violencias religiosas que han asolado nuestro mundo conocido, y que aunque tengan 300 o 400 años de antigüedad, siguen formando parte constituyente de lo que se suele llamar "Vieja Europa".

En el Siglo XVI, tenemos la figura de Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico, sobre la que parece necesaria una definición sobre su posicionamiento en el mundo de las ideas cristianas; la pregunta podría ser: ¿fue Carlos un rey que, de modo inconsciente o consciente, utilizó las creencias religiosas al servicio de sus intereses como hombre de Estado?

Parecida pregunta podríamos hacer sobre el francés Juan Calvino: ¿fue Calvino, aunque sea de modo inconsciente, un hombre capaz de poner las controversias religiosas al servicio de la ambición de imponer su liderazgo sobre el pueblo de Ginebra?

En el lado opuesto, entre los que sufren la violencia, tenemos al aragonés Miguel Servet, al que cupo la honra de ser quemado en la hoguera tanto por la Iglesia Católica francesa, como por la Iglesia Calvinista, aunque sólo esta última pudo disfrutar de tenerlo entre sus garras.

La pregunta sobre Servet podría ser: ¿Merecen las discrepancias sobre cuestiones teológicas la horrible condena de quemar a un hombre en la hoguera? O también: ¿las posiciones teológicas de Servet no permiten hacer hoy un camino en común a los creyentes de las 3 grandes religiones monoteístas?

Ya en el Siglo XVII, el Cristianismo debe una buena explicación sobre la Guerra de los 30 años, que asoló Europa produciendo millones de muertos.

Convendría explicar porque el Cardenal católico Richelieu puso a Francia del lado protestante. Parece que el francés es un ejemplo excelso de cinismo, en el sentido moderno de la palabra desde luego, no en el sentido que tuvo para Diogenes.

También tendría interés que se nos explicara la personalidad del Papa Barberini, capaz de mantener una postura de exquisita neutralidad entre la Francia de Richelieu y la España de Felipe IV, mientras él libraba, fomentaba y sostenía una feroz guerra con sus vecinos italianos.

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