Hay muchas cosas que hacen llorar…
Emilio podía haber dicho que “hay muchas cosas que hacen llorar” y luego, como contrapunto, decir que, “sin embargo, hay momentos maravillosos que compensan con creces el dolor”, pero no…
O podía haber dicho que “la vida es un péndulo que se mueve entre las lágrimas y el aburrimiento”, pero no...
Emilio dijo que “Hay muchas cosas que hacen llorar, y una de ellas es la cebolla”.
Salvador Dalí o André Breton hubieran deseado producir ese tipo de frases, pero no…
Arthur Schopenhauer nace en Gdansk, o Danzig, en 1788. Estamos en la República de Polonia-Lituania, pocos años antes de que la Repartición de Polonia asigne la ciudad de Gdansk al estado prusiano.
Schopenhauer opina que la acción del estado es necesaria para poner coto a las tendencias negativas de los individuos.
Fue antiesclavista activo, aunque dado su pesimismo fundamental, no le sorprendía la presencia de la explotación del hombre por el hombre.
Se manifestó con un cierto antijudaísmo, pero siempre desde un esfuerzo de racionalidad. Reconocía que mientras medos, asirios y etruscos han desaparecido por completo, esta raza de “juan sin tierra” se encuentra por todas partes, sin poder decir de ellos que sean indígenas, ni tampoco forasteros. (Opúsculos y suplementos. Volumen 2, Pensamientos sueltos pero ordenados. Capítulo IX, Sobre jurisprudencia y política).
En sus reflexiones sobre el matrimonio y la elección de pareja, mostró una decidida inclinación por el objetivo de que la descendencia presente las mejores aptitudes.
Mostró también una dureza sin ambigüedades con las personas capaces de maltratar a los animales.
Uno de sus autores preferidos era Baltasar gracián. A Schopenhauer le interesa la sindéresis, es decir el buen sentido o juicio, y que es para el jesuita aragonés el elemento fundamental para una vida feliz.