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pitagoras Tresfonsitas

Dostoyevski

Dostoyevski nos da unas informaciones finales en "El Príncipe Idiota" sobre Aglae por medio de unas cartas de Eugenio Pavlovitch. Sabemos que la señorita Aglae se había casado con un conde polaco, en contra del deseo de sus padres. Y que había resultado que el tal polaco no era conde y que su colosal fortuna era igual a cero.

Además, Aglae frecuentaba la confesión de un famoso sacerdote jesuita que había hecho de ella una verdadera fanática…… después del matrimonio, el conde y su amigo, el famoso confesor, habían logrado enfrentar completamente a Aglae con su familia……

En el Capitulo VII de la cuarta parte de la obra, el Príncipe Myshkin se encuentra en una reunión social preparada por la familia de Aglae. En ella es presentado a un pariente del difunto Pavlichev. Esta presentación provoca una gran agitación en Myshkyn, ya que el difunto ha sido su protector. Se hacen encendidos elogios de Pavlichef por ambas partes, pero en un momento el pariente se refiere al difunto señalando que se había hecho católico y jesuita.

El príncipe no había podido contenerse.

-¿Pavlichev se ha convertido al catolicismo? ¡Es imposible! …. Pavlichev era una mente iluminada y un cristiano, un verdadero cristiano…. ¿Cómo ha podido abrazar una creencia .... anticristiana?.... El catolicismo romano enseña que la Iglesia no puede existir en la tierra si el mundo no está sujeto a su poder político.... El catolicismo romano no es ni siquiera una religión, sino simplemente la continuación del Imperio Romano de Occidente.... ¿Y no es eso la doctrina del Anticristo?.... El socialismo en sí es un derivado del catolicismo…. Él, al igual que su hermano el ateísmo, debe su origen a la desesperación.... Él se ofrece para reemplazar la potencia moral que la religión ha perdido.... pero, como el catolicismo, por la fuerza.... Para resistir a Occidente, debemos llamar en nuestra ayuda la luz de Cristo.... no aceptar servilmente el yugo del jesuitismo, esa debe ser nuestra actitud frente a ellos....

Otros autores

Muchos años antes que Dostoyevski, Stendhal, en el Capítulo 29 de "Le Rouge et le Noir", nos habla de las mortificaciones e injurias sufridas por el director del Seminario de Besançon, el jansenista Pirard. Y continúa el autor: Él hubiera renunciado cientos de veces, pero se creía útil en la posición en la que la Providencia le había colocado. "Yo impido el progreso del jesuitismo y la idolatría", se decía.

En el capítulo siguiente, ya en París, Pirard negocia con el marqués de La Mole la venida de Julián Sorel a la capital. Cuando el marqués le dice que mande venir al muchacho, el jansenista responde que eso no será fácil: Usted no sabe la tiranía que pesa sobre nosotros pobres provincianos, en particular sobre los sacerdotes no-amigos de los jesuitas. No dejarán venir a Julien Sorel, con las excusas más hábiles, me contestarán que está enfermo, que las cartas se habrán perdido, etc, etc

Muchos años después que el genial ruso, ya en el Siglo XX, Galdos, en el Capítulo 18 de "De Cartago a Sagunto", recuerda con amargura el 2 de Mayo de 1874. Describe el júbilo de los bilbainos cuando su ciudad fue liberada del asedio. Y nos cuenta que le parece oir burlona carcajada del Destino. Sí, sí; porque la Restauración primero, la Regencia después, se dieron prisa a importar el jesuitismo y a fomentarlo hasta que se hiciera dueño de la heroica Villa. Con él vino la irrupción frailuna y monjil, gobernó el Papa, y las leyes teñidas de barniz democrático fueron y son una farsa irrisoria. Los desdichados carlistas, que entonces lloraron su retirada, vinieron luego a instalarse sin rebozo en la ciudad opulenta, y a dar en ella carta de naturaleza a las ideas sombrías que no pudieron imponer con las armas.

Viena

Cuando se reune el Congreso de Viena en 1814 hay muchos que se creen con derecho a llevar el título de "vencedores de Napoleón": Wellesley, el zar Alejandro, el emperador Francisco de Austria o Federico Guillermo de Prusia…… Nadie se acuerda del pueblo ruso o de los guerrilleros españoles. Nadie piensa que quizás Napoleón no esta vencido del todo.

Pero los jesuitas tienen su propia opinión. Llevan muchos años disueltos y han sobrevivido insertados en el clero secular o en refugios circunstanciales como el ofrecido por Catalina la Grande. Ahora la Compañía ha sido restaurada por Pío VII y ellos piensan que la victoria sobre el mal se debe al Dios Todopoderoso. Y ellos van a posicionarse en el segmento social más elitista y conservador, olvidando los problemas que Ignacio había tenido en su tiempo con los poderosos.

Y es sobre este posicionamiento de los jesuitas sobre el que se levantan las críticas de Stendhal primero, de Dostoyevski después y de Galdós más tarde.

En el epílogo de "El Príncipe Idiota" Dostoyevski usa el artificio de las cartas de Eugenio Pavlovitch, pero es el mismo escritor ruso el que nos está ofreciendo su opinión. Y esa opinión señala el comportamiento sectario del confesor jesuita, separando a la señorita Aglae de su familia y uniéndola al aventurero polaco.

En el episodio que nos muestra al Príncipe encendido por la alusión a su difunto protector, en el sentido de que se ha hecho católico y jesuita, posiblemente el autor ha perdido el control sobre su criatura y es esta, es decir el propio Myshkyn, el que nos da sus opiniones por medio de la mente y la pluma de Dostoyevski.

El Idiota es una reencarnación de Jesucristo. No es el Mesias, no es el líder que maravilla a todos con su poder, no es el que humilla a los fariseos con su conocimiento asombroso, no es el que anduvo en la mar. Sí es el hombre humilde que soporta las burlas y la violencia de los otros hombres, sí es el que posa sus ojos amantes sobre el que sufre, sí es el que da su calor a los pequeños y a los perdedores, sí es el Jesús del madero.

Y es este Idiota el que se hace con el control del genial autor ruso para decirnos lo que piensa.

Y ese Idiota nos dice que el catolicismo romano, es decir el jesuitismo, aspira a que el mundo esté sujeto a su poder político; ese Idiota nos dice que el catolicismo romano, es decir el jesuitismo, es simplemente la continuación del Imperio Romano de Occidente.

Y ese Idiota nos explica, más allá de la ley del péndulo, el abandono del jesuitismo de las posiciones netamente conservadoras y elitistas, para aliarse con el socialismo revolucionario en Latinoamérica. Ese Idiota nos dice que el socialismo, al igual que su hermano el ateísmo, debe su origen a la desesperación. Ese Idiota nos dice que el socialismo se ofrece para reemplazar la potencia moral que la religión ha perdido. Ese Idiota nos dice que el socialismo, como el catolicismo, aspira a imponerse por la fuerza.

Ese Idiota nos recomienda que llamemos en nuestra ayuda a la luz de Cristo; la luz que sin duda iluminó a Ignacio.

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