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pitagoras Tresfonsitas

Alejo F. de Haro

El conocido periodista Alejo F. de Haro, unos días antes de la invasión de Ucrania por Rusia, habla del tema en su programa "La noche", de Radio Popular de Nogués.

Comienza F. de Haro por explicar a sus escuchantes la analogía perfecta con la invasión rusa de Georgia en 2008. Cuenta que había habido un proyecto de integrar a Georgia en la Otan y luego acciones militares mutuas y mutuas acusaciones de cometer crimenes de guerra.

Luego de Haro se refiere al caso simétrico de Kosovo en el que la OTAN atacó Serbia para defender a los albanokosovares de las agresiones yugoeslavas. Y remata el periodista recordando la declaración de Independencia de Kosovo en 2008.

Pero F. de Haro se recrea con las diferencias religiosas entre Rusia y los países de la OTAN. Señala que del lado occidental se puede hablar con carácter general de un mundo de confesión calvinista.

Precisa, sin embargo, que no se refiere a los líderes del mundo libre: estos son ateos de hecho, aunque paradójicamente los 2 o 3 jefes de las mayores potencias se creen "hijos de Dios". Bueno, dice de Haro, esto ya viene sucediendo desde los faraones del Antiguo Egipto.

No, al hablar de "calvinistas" se refiere al pueblo, es decir, a los soldados: vengativos y fanáticos, creen en el "ojo por ojo" y se sienten parte de una misión "religiosa": eliminar de la faz de la tierra a los "malvados" rusos. Por supuesto todo eso está previsto y predeterminado desde el principio de los tiempos por el Dios Todopoderoso.

Del otro lado, continúa el hablante, el caso del Presidente ruso es perfectamente análogo al de los jefes occidentales: combina una incredulidad práctica con la convicción inconsciente de que tiene una misión "divina" que cumplir; y se siente más cercano a los faraones egipcios que a los zares rusos o soviéticos.

Don Alejo señala, en cambio, que la diferencia entre el pueblo ruso y el pueblo occidental es radical: el soldado ruso, aunque sea una máquina de matar, aunque sea capaz de robar y violar, es un cristiano ingenuo y primitivo.

No tiene la menor duda sobre el significado del "no matarás" o del "no robarás" o del "no desearás" la mujer de tu prójimo. Incluso entiende estos mandatos del modo radical en el que los concebía Jesús: se debe "amar al enemigo" y aquel que "desea a la mujer de otro en su corazón" ya ha cometido adulterio.

Entiende que cuando le duelen las muelas le duelen a él y no a su vecino, pero no lleva la conciencia de su individualidad al extremo que es propio del mundo occidental, o "libre", o "calvinista".

Cree el soldado que su alma es parte de algo incomensurable que es el "alma rusa" y que su cuerpo es una pequeñísima parte de esa especie conocida como "homo sapiens"; y cree que tiene derecho a que sus pecados "personales" sean compartidos por el resto de la humanidad, o al menos por la nación eslava.

Y en cualquier caso, entiende y no le falta razón, que él no tiene poder de decidir sobre la guerra y la paz, y, desde luego, no tiene poder de rechazar las ordenes que vienen "del Kremlin".

Y encuentra don Alejo un hueco para referirse al conflicto doméstico entre la Presidenta madrileña y el Presidente del P.P. con un comentario subliminal: "el gallego ha enseñado la patita".

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