Il meglio è l'inimico del bene.
Desde luego vale más el remedio común que llega a tiempo que el que llega tarde o el que no llega nunca, aunque estos dos últimos sean "mejores" que el remedio "común".
Y, desde luego, una solución "práctica y posible" es deseable aunque presente defectos y carezca de la perfección absoluta que se presume en "lo mejor".
Pensemos en un proyecto cuyo desarrollo ha alcanzado un punto en el que nuevos esfuerzos, por muy intensos y costosos que sean, conducen a "mejoras" demasiado pequeñas.
Parece que el principio volteriano tiene una virtud indiscutible.
Pero estamos creando contextos desde apriorismos que favorecen la idea de Voltaire.
También podríamos caminar desde una posición contraria a priori.
Pensemos en un remedio "común" y ciertamente eficaz en torno al cual se han construído fuertes y extensos "intereses creados". Cuando se desarrolle un remedio que suponga una mejora "cierta" y "próxima en el tiempo" no sería extraño que esos "intereses" reaccionen oponiéndose a ese progreso.
Ahora sería "lo bueno desfasado" el enemigo felón de la "mejora cierta".
Y es muy posible que en la lucha contra la "mejora posible" se activen falacias muy similares a las utilizadas para atacar el "status quo": por ejemplo, "esas mejoras siempre tendrán defectos y nunca alcanzarán la perfección".
El caso Watergate supuso una victoria en cierto modo sorprendente de la prensa y la justicia americana contra nada más y nada menos que el Presidente de los Estados Unidos. El ejecutivo más alto de Washington, en el que descansaba el inmenso poder del imperio yanqui, se vio derribado por unas fuerzas diversas que se suelen personalizar en una pareja de osados periodistas.
La pregunta podría ser: valió la pena hacer lo mejor, se entiende el destapar las corruptelas y encubrimientos, aun a costa de derribar el gobierno en la persona de su máximo representante; un buen gobierno, recordémoslo, elegido por un ejemplar sistema democrático.
O dicho en tres palabras, ¿mereció la pena?
En cuanto a la parte positiva del Watergate está todo dicho: los poderes que deben controlar a los que gobiernan el país han funcionado de una manera excelsa. Un ejemplo para el quehacer democrático.
En lo negativo tenemos al señor Kissinger, que se queja de que el Watergate debilita la situación dominante de los USA en el campo internacional a principios de los setenta. Desde luego esto es algo a consignar en el pasivo del caso.
Pero ¿y en el interior del país?
¿Es oro todo lo que reluce en el Watergate?
Pues es posible que esa parte de la política, de tamaño no necesariamente grande, que está contaminada por la corrupción y la prepotencia se vacunara de algún modo a resultas del caso.
¿Qué un juez te pide unas cintas grabadas? Pues en adelante no se graban más cintas.
¿Qué intentar encubrir a unos "chapuzas" que han superado todos los límites de la ineficiencia y la estupidez se vuelve contra el encubridor? Pues en el futuro se les deja caer a los chapuceros y que se pudran en la cárcel.
En cualquier caso no se puede negar que el Watergate fue un ejemplo de "lo mejor" de un sistema auténticamente democrático.
Pero como diría Voltaire y suscribiría Kissinger, a veces lo mejor trae consigo algunos daños secundarios en lo bueno que un sistema democrático puede y debe ofrecer.