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pitagoras Tresfonsitas

Miguel

Nunca como hoy en día ha habido tantos escritores con unos recursos técnicos tan espléndidos. Uno tiene la oportunidad de escucharlos cuando presentan sus obras aquí o allá, en este medio o en este otro. Y uno teme que tanto recurso pueda si no ahogar sí poner trabas a la creatividad del novelista o del poeta.

Y sin embargo hemos tenido un hombre cuyo nivel de conocimiento literario era inigualable y cuya obra alcanzó cimas de originalidad insuperables: se llamaba Federico García. No importa, puede ser la excepción que confirma la regla.

Uno sospecha que lo primordial, lo genuino, es lo que el creador lleva dentro; luego se puede adquirir la técnica, aunque cueste un poco.

Y tenemos el ejemplo perfecto, un tal Miguel Hernández. Hombre, si el genio creador cuenta de partida con la formación adecuada, pues miel sobre hojuelas; pero en el caso extremo de que no haya ido a la escuela primaria, de un modo u otro, lo excelso acabará encontrando los medios de expresión que permitan dar a luz unos versos bien acabados o una novela bien construída. Pero uno tiene otra sospecha, a saber: en el caso de que el creador sea un "salvaje gramatical, ortográfico y sintáctico" la falta de limitaciones puede permitir una producción digna de un olimpo literario. Por supuesto, el respeto a las formas debidas, costará sudor y sangre a nuestro "ingenuo salvaje", mientras que al hombre favorecido por una formación académica tan solo le cuesta una adecuada concentración.

Y no es inconcebible que en nuestro Federico, el hombre mimado por los hombres, acabe germinando un sentimiento de envidia hacia nuestro Miguel, el hombre mimado por los dioses. Pero a nuestro ingenuo novelista, o poeta, a nuestro Miguel, lo que le resultará imposible adquirir es el "conocimiento" de la realidad social en la que tiene que nadar, sea a favor o en contra de la corriente. Y en cambio, nuestro universitario, sea abogado o médico, o sea un muchacho que durante 10 años entró y salió a diario por la puerta de una Facultad sin aprobar una sola asignatura, nuestro Federico, conoce el carácter fluído y cambiante del medio en el que ha de moverse; y ello al margen de que la mala suerte le lleve a irse de este mundo 20 años antes de que sus versos ganen por fin un premio literario de renombre.


Tristes armas
si no son las palabras.
Tristes.
Tristes.

Hombre, Miguel.

Las palabras son armas tan importantes y tan mortíferas como los cañones.

No, son más importantes que los cañones; los cañones son la condición necesaria para ganar una guerra, pero el cine, las novelas, las columnas de opinión en prensa, son las que definitivamente deciden el vencedor de una contienda.

Los cañones tienen un intervalo de tiempo en el que han de prevalecer o no, sea este de 6 meses o 6 años o incluso de 100 años.

Pero las imágenes cinematográficas y por supuesto las palabras siguen "trabajando" al día siguiente del armisticio.

Y ya estaban "trabajando" desde mucho antes de que la contienda bélica empezara.

John Ford y Wiston Churchill y Pablo Neruda no descansan nunca, aunque los cañones estén callados.

¡Hola!
¡Un saludo!