En julio de 1952 se celebra en Chicago la convención del Partido Republicano.
El general Mc Arthur pronuncia un discurso de difícil interpretación: por un lado no se puede decir que estuviera presentando su propia candidatura; por otra parte, en el caso de que pretendiera apoyar al candidato Robert Taft sí se podría afirmar que no surtió el efecto deseado.
En cualquier caso tras el nombramiento de Eisenhower como candidato, los dos famosos generales se entienden y de algún modo el que será futuro Presidente incorpora algunas de las posturas que el militar frustrado de la guerra de Corea había planteado en su proclama de Chicago.
En política interior la crítica a los demócratas es simple: "….solamente es testigo (el pueblo) de un esfuerzo incesante en orden a gastar y gastar, para establecer impuestos y más impuestos…."
Más que el contenido llama la atención la forma del discurso: no habla Mac Arthur sino el pueblo americano a través de su boca, la de Mac Arthur.
En política exterior hay más detalles: "…ven con desaliento (los norteamericanos) el alarmante cambio registrado en el equilibrio del poder mundial, resultante de decisiones trágicas tomadas por hombres que con mala intención o con falta de aptitudes nos representaron en Teherán, Yalta, Postdam y demás lugares. Estos hombres atolondrados, que cedieron ante las intrigas internacionales, prepararon el terreno para la ascendencia soviética como potencia mundial y para nuestro propio y relativo declinar".
Y en las propuestas aparece el general en primera persona aunque sea del plural: "Poseemos, espiritual y materialmente, recursos que..… pueden conducir hacia un mundo libre de las guerras agotadoras que le han asolado en el pasado. Esta es una finalidad práctica….. ya que la potencia destructora de la guerra moderna en esta era atómica ha llegado a resultar demasiado terrible de prever incluso en el caso de una posible victoria. Esta tiene que ser….. la dirección a seguir por nuestra política exterior".
A pesar de la envoltura del discurso, hecho en la cercanía para los representantes del partido republicano y en la mayor distancia para todo el pueblo, la disyuntiva aparece con cierta claridad.
O guerras convencionales agotadoras en las que mueran por millares los hijos de las madres norteamericanas; o una guerra moderna (y fría) orientada a la disuasión y basada en la producción de más y más armas nucleares.