…los avatares bélicos en que se vieron envueltos blancos y pieles rojas por la posesión de aquellas regiones de Norteamerica que, por fortuna, ninguna de las naciones europeas interesadas estaba destinada a anexionarse.
Así se expresa Fenimore Cooper sobre la guerra franco-india que tuvo lugar hacia la mitad del siglo XVIII en las colonias americanas.
Digamos que Cooper está reflexionando sobre la obra de Manara y Pratt, "Verano Indio" (1986), que trata un asunto y un tiempo diferentes: estamos en el siglo XVII y en el poblado de New Canaan, en la costa de la Nueva Inglaterra; y no hay franceses, la lucha es entre los colonos ingleses y los indígenas americanos.
Y digamos que el que se mete en el cerebro de Cooper, seguramente Pratt, lo hace con agudeza, con sensibilidad y con prudencia.
Le hace confesar Pratt a Cooper que los jovenes de la colonia, los jovenes en general, y el mayor Heyward y las hermanas Munro en particular, se saltaban las imposibles normas morales puritanas cuando las pulsiones que experimentaban sus cuerpos resultaban sencillamente incontenibles; vamos, igual que los jovenes de todos los lugares y todas la épocas.
Y le hace decir Pratt a Cooper, como hemos visto, que por fortuna, ni Francia ni Inglaterra pudieron quedarse a la postre con aquellas tierras del valle del río Hudson.
Elemental: Cooper es un americano y no puede sino felicitarse por haber expulsado a los ingleses de las colonias.
Es maravilloso como funciona el cerebro humano: los colonos, al conseguir la independencia de la corona, se sienten americanos y como tales "condenan" las violencias que los subditos británicos han ejercido sobre los "desgraciados" indígenas. Como si esas violencias hubieran sido ejercidas por los ciudadanos de Londres o de York, o de Winchester, o de Bristol; y no por los padres y abuelos de los "nuevos americanos" de ojos azules y cabellos rubios.
En cuanto a las nuevas violencias que van a ejercer los anglosajones sobre los "viejos americanos" el cerebro tiene listas explicaciones más que suficientes. Para empezar está el destino manifiesto: los "ojos pálidos" tienen que llegar al Pacífico, e incluso a Hawaii. Y además tenemos las "crueldades infinitas" de los salvajes de piel roja.
Pero la realidad es la realidad: la Corona inglesa tenía planes para contener a los colonos al este del río Ohio; no le interesaba una guerra continuada contra los "indios" que podía durar un siglo o dos; y que con total seguridad iba a costar muchísimas libras…
De modo que convendría precisar el pensamiento que Pratt asigna a Cooper:
…los avatares bélicos en que se vieron envueltos blancos y pieles rojas por la posesión de aquellas regiones de Norteamerica que, por fortuna, ninguna de las naciones europeas interesadas estaba destinada a anexionarse... por fortuna para los colonos anglosajones.
Pero muy posiblemente el que los soldados de su majestad tuvieran que hacer las maletas y volverse a la Gran Bretaña fue un mal asunto para los indígenas americanos que habitaban en el valle del río Ohio; y para los "indios" de las grandes llanuras; y para…